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Cielo despejado

  • Writer: Martín Franco
    Martín Franco
  • Mar 29, 2021
  • 2 min read

Quienes hayan leído las novelas de los denominados escritores jóvenes colombianos (aunque algunos ya no lo sean tanto), seguramente se habrán dado cuenta de que en sus obras aparecen casi siempre dos ciudades: Bogotá o Medellín. Y pare de contar. Quizás existan algunos títulos en los que, vaya uno a saber, se describan lugares como Bucaramanga o Cúcuta, pero la pura verdad es que no los vemos. O mejor dicho: no nos los venden, pues las grandes ciudades están demasiado ocupadas en sus asuntos como para mirar más allá de su ombligo.


Las ciudades intermedias, por desgracia, casi no existen en el ámbito literario nacional. O al menos no en lo que se publica: mucho Bogotá con su centro y su Teusaquillo, y también demasiado Medellín con su Poblado y sus barrios marginales, pero, ¿y el resto? Por eso es de celebrar la aparición de "Cielo parcialmente nublado", la novela de Octavio Escobar Giraldo, un escritor manizaleño que, sin mucha bulla mediática y con un trabajo juicioso, se ha dedicado a construir una obra sólida. (Y que hace bien, en últimas, lo que debe hacer un escritor: escribir).


La novela arranca cuando Andrés Giraldo, un manizaleño que vive hace años en España -donde se ha casado y tiene una hija-, regresa a la ciudad porque su familia está muy preocupada por Jaime, su padre. Estamos a finales de los años noventa, hay un proceso de paz con la guerrilla a punto de comenzar, y la población colombiana se debate entre el escepticismo y el entusiasmo por los 42.000 kilómetros cuadrados que el gobierno le despejó a las Farc. Don Jaime Giraldo es de los primeros, y el miedo que siente lo ha llevado a meterse en la cabeza la idea de vender la casa. Así, pues, Andrés hace el viaje de regreso para convencerlo de no cometer una locura, y de paso para encontrarse de frente con el pasado: con la historia no resuelta de su prima Ana Cecilia y con los lugares que marcaron su infancia, que ahora son tan diferentes.


Siempre me ha llamado la atención el tema de volver y darse cuenta de lo ajeno que es todo aquello que alguna vez nos perteneció (hay un poema precioso de Barba Jacob, la Parábola del regreso, que es sobre eso: Señora, buenos días; señor, muy buenos días…/ decidme, ¿es esta granja la que fue de Ricard?/ ¿No estuvo recatada bajo frondas umbrías?/ ¿No tuvo un naranjero, y un sauce, y un palmar?). Y Octavio lo hace bien en esta novela que -sin ánimo de ofender- está escrita sin mayores pretensiones: la descripción de los lugares es sencilla y bonita (la Santander, el bar San Carlos, el estadio, el barrio Milán, la Estrella y tantas otras), y los Giraldo son, en últimas, una familia como cualquier otra: la suya, la mía, la del vecino.


En medio de tanta narco-novela la aparición de este libro es una buena noticia: no solo porque ocurre en un lugar diferente a las dos ciudades de siempre (y un manizaleño, seguro, encontrará los lugares de referencia), sino porque es entretenida y está bien escrita. Y eso, al menos para mí, es más que suficiente.


Mayo 28 de 2013

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