El metaverso: ¿el futuro que nos espera?
- Martín Franco
- Jan 5, 2022
- 5 min read
El anuncio de Facebook de apostar por un metaverso, ha vuelto a poner sobre el tapete el tema de la evolución tecnológica. ¿Hacia dónde vamos? ¿Cómo será esa nueva realidad en la que acabaremos metidos? Y, sobre todo, ¿qué consecuencias tendrá en nuestras vidas?
Por: Martín Franco Vélez
“El metaverso es el próximo capítulo para Internet”, dijo Mark Zuckerberg, el creador de Facebook, al anunciar lo que será la nueva gran apuesta de la compañía. Y aunque no es una idea original, sí aspira ahora a convertirse en el siguiente nivel de la web, el mismo al que están apuntándole las grandes empresas de Silicon Valley.
Que el anuncio de Facebook haya tenido tanta repercusión resulta comprensible si tenemos en cuenta sus más de 2.300 millones de usuarios en el mundo. Sin embargo, desde hace años existen ejemplos de lo que viene sucediendo con una idea que promete cambiar la manera como nos relacionamos con el Internet. Bienvenidos a la vida virtual. Una vida que, si todo sale como lo planean, será nuestra nueva realidad alternativa.

De qué hablamos cuando hablamos del metaverso
Como ya se ha explicado hasta el cansancio desde el anuncio de Zuckerberg, el metaverso es un universo paralelo al que accederemos por medio de gafas de realidad virtual y en el que podremos movernos e interactuar con usuarios en distintos lugares del mundo. Una vida simulada por ordenador parecida en algunos aspectos a lo que planteaba Matrix, la revolucionaria película de los hermanos Waschowski de 1999.
Pero insistamos en que Facebook no es el primero en hablar de esta idea: el concepto se le atribuye al escritor Neal Stephenson, quien en 1992 lo acuñó en su novela Snow Crash, donde planteó un escenario similar. Desde entonces se han desarrollado varios programas para desplegar ese mundo paralelo que simula la realidad de la manera más fiel posible: desde Second life —que pasó con más pena que gloria— hasta juegos como Fortnite, en los que los usuarios pueden interactuar, comprar (Gucci, Nike y Coca-Cola ya venden y comercializan sus productos en varios de estos metaversos) y hasta asistir a conciertos de cantantes reales en forma de avatares.
Porque —como no podía ser de otro modo— este nuevo desarrollo vendrá ligado a la parte comercial. Es evidente que el interés por el metaverso va más allá de la simple evolución de la red: todo se traduce, al final, en dinero. Y eso es algo que saben bien las compañías tecnológicas, que son desde hace rato las empresas que más facturan en el mundo.
¿La vida que queremos?
Si la apuesta de las compañías tecnológicas funciona, el metaverso será un lugar donde pasaremos gran parte de nuestro tiempo en el futuro. Una situación que aún deja más preguntas que respuestas, sobre todo si tenemos en cuenta los problemas que enfrenta Facebook. Frances Haughen, la antigua empleada de la compañía que se ha dedicado a revelar sus secretos, se ha declarado “preocupada por el metaverso” ante la Cámara de Diputados de Europa. “El sistema actual favorece la difusión de ideas extremas”, ha dicho, algo que no es ningún secreto: ya es conocido el papel que jugó la red social en la elección de Donald Trump, en 2016, y en el asalto al Capitolio en Estados Unidos.

Es evidente que Facebook sigue sin solucionar sus problemas en ese sentido: no solo continúa siendo una caja de resonancia de Fake news, sino que su algoritmo magnifica los pensamientos que concuerdan con los nuestros y oculta los que son distintos. Un caldo de cultivo propicio para todo tipo de extremismos. Y si este problema sigue latente, ¿cómo podemos estar seguros de que en el metaverso será diferente?
Ahora bien, que las grandes tecnológicas no rindan cuentas todavía por sus actuaciones, no es solo una muestra de su poder, sino un tema que debería preocuparnos. Desde hace rato se difunden estudios que revelan los problemas sicológicos y de ansiedad que causan compañías como Instagram (sobre todo en adolescentes), y está demostrado que Facebook ha puesto su propio crecimiento y rentabilidad por encima del bienestar de sus usuarios. Digámoslo sin rodeos: las redes sociales quieren vendernos cosas y el algoritmo, que cada día nos conoce más que nosotros mismos, nos incita a un consumo que la gran mayoría de las veces realizamos de manera inconsciente. Así como está el sistema, las redes alimentan el lado más salvaje del capitalismo.
Adiós a las cosas
En su ensayo más reciente, titulado No-cosas, el filósofo surcoreano Byung-Chul Han se pregunta por el efecto del mundo digital en nuestra relación con los objetos. “La digitalización desmaterializa y descorporeiza el mundo —escribe Han—. También suprime los recuerdos. En lugar de recuerdos, almacenamos grandes cantidades de datos”.
Esa es la calve de su teoría: si antes coleccionábamos cosas, las poseíamos, hoy solo producimos y consumimos datos. "La gente genera cantidades enormes de datos. [...] Todo lo que la gente haya oído o visto o experimentado se convertirá en datos que se podrán buscar. Tu vida entera se podrá buscar», dijo hace unos años Larry Page, el fundador de Google. Lo que hacemos en el mundo digital se convierte, pues, en una sucesión de acciones etéreas que nos crean la falsa sensación de posesión. La prueba de que no tenemos nada es la reciente caída del sistema en Facebook, Instagram y Whatsapp: de repente, toda nuestra información (música, fotografías, archivos, incluso las propias relaciones con los otros), quedó suspendida en algún lugar inaccesible. Ese apagón momentáneo bastó para hacernos ver la enorme dependencia que tenemos a estas aplicaciones.
La gran paradoja de este mundo digital es que nos produce la falsa sensación de ser libres, cuando, en realidad, cada like que damos nos condena a ser esclavos del algoritmo. Esta fase del sistema, que la socióloga Shoshana Zuboff ha bautizado como la “era del capitalismo de la vigilancia”, convierte la manera como nos presentamos en una mercancía más. El avatar del multiverso no seremos nosotros, sino una creación que estará expuesta a la comercialización. “A diferencia del capitalismo industrial, el capitalismo de la información convierte también lo inmaterial en mercancía. La vida misma adquiere forma de mercancía. Se comercializan muchas relaciones humanas”, escribe Han.

Volver a lo básico
Cualquiera que sea el futuro tecnológico que nos espera —llámese o no metaverso—, está claro que nos costará trabajo resistirnos a él. Pero no todo es malo, ni tampoco lo que viene debe ser apocalíptico per se: la evolución humana estará irremediablemente mediada por los avances de la Inteligencia Artificial y atada a lo que hagan las compañías tecnológicas.
Como sea, viene bien tener en cuenta que la vida en el metaverso será una realidad alternativa, mas no la realidad real. Y si ahora mismo estamos olvidando ciertos aspectos fundamentales de la vida real, es importante traerlos a colación para que no vayan a desaparecer en este nuevo universo paralelo: que la interacción física supera con creces a la digital; que la diferencia no es tan abominable como nos lo hacen ver las redes sociales, sino más bien necesaria; y que, al final, son más las cosas que nos unen como especie que las que nos separan.
Pero —eso sí— la vida real sigue estando afuera de las pantallas. Al menos por ahora.
Publicado en la edición de diciembre enero, revista P&M
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