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El precio de la paz

  • Writer: Martín Franco
    Martín Franco
  • Mar 28, 2021
  • 2 min read

El resultado de las elecciones presidenciales demuestra cómo han cambiado las cosas para el otrora mesiánico Uribe. Pero más allá de las patadas de ahogado del expresidente -quien habló de fraude incluso antes de que se llevaran a cabo los comicios- y de que, con el tiempo, mucha gente se haya dado cuenta de que los ocho años de seguridad democrática en realidad no fueron la panacea que se creía, lo que uno quisiera ver en ese resultado es una cosa más de fondo: que los colombianos estamos cansados de la actitud beligerante, pendenciera, retadora y agresiva de quienes estuvieron en el poder.


Bien mirado, todo empieza por ahí. Si el ejemplo que vemos arriba es de odio e intolerancia hacia la diferencia, ¿cómo esperar que la sociedad se comporte de un modo distinto? Que más de una generación haya crecido bajo un modelo de intransigencia hacia el otro y acostumbrándose a que la manera más usada para arreglar los problemas sean las balas -desde la UP hasta el asesinato de tantos líderes políticos que habrían podido, quién sabe, lograr algún cambio-, constituye un gran obstáculo para el proceso de paz que ahora mismo se adelanta en Cuba. Porque el mayor precio de la paz viene después, cuando se haya firmado un papel y los guerrilleros entreguen sus armas: aceptar en la sociedad a quienes hoy en día, por una u otra razón, viven de la guerra.


Ese es el punto álgido, y no estoy seguro de cuántos estén dispuestos a aceptarlo. Pregúnteselo usted mismo: ¿estaría preparado para tolerar que su vecino de puesto en la oficina sea un exguerrillero? ¿Sería capaz de aceptar el pasado y seguir adelante? ¿Lo rechazaría? Basta ver la displicencia con que algunos se refieren al alcalde Petro para darse cuenta de que aún nos falta mucho: "ese exguerrillero". Querámoslo o no, el primer paso que vendrá una vez terminado el conflicto será la reintegración a la vida civil de gente que ha cometido errores (puede ser, para bien de todos, más tarde que temprano: cuando hayan pagado sus condenas; o puede que no), y también, querámoslo o no, tendremos que aceptarlo. Es la única manera.


En un libro maravilloso, titulado El factor humano, el periodista inglés John Carlin narra la manera audaz en que Nelson Mandela logró unir a Sudáfrica después del Apartheid, una vez resultó elegido presidente en 1994. Carlin demuestra cómo por medio del rugby -el deporte insigne de los blancos afrikaners-, y haciendo uso de una inmensa capacidad de perdón, Mandela comprendió que la única forma de sacar adelante un país es tratando de dejar atrás tantos años de odio y guerras. Perdonando, al final, que no es ni será lo mismo que olvidando. No sé hasta qué punto los colombianos estemos dispuestos a emular dicho ejemplo, pero ese, qué le hacemos, es el precio de la paz: tragarnos varios sapos, como se dice popularmente, y tratar de seguir adelante. ¿Qué tan preparados estamos?


Junio 17 de 2014

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