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La vida que no fue

  • Writer: Martín Franco
    Martín Franco
  • Mar 25, 2021
  • 2 min read

Updated: Mar 26, 2021

Entre todas las cosas que ha traído esta pandemia del coronavirus, hay una, creo, que vale la pena pensar con detenimiento, porque evidencia cómo la mayoría de nosotros solemos vivir en un futuro idealizado. Permítanme un ejemplo para explicarlo: hagan el ejercicio mental de volver, por un momento, a diciembre del año pasado, cuando la palabra coronavirus no entraba todavía en nuestro léxico, y estábamos aún lejos de imaginar toda esta locura que ya tiene tintes de distopía. Piensen, pues, en los propósitos que tenían para el año que empezaba, y cómo se veían ustedes mismos poco más de nueve meses después. Lo más probable es que esos planes que ahora se les vienen a la cabeza hayan acabado aplazados, o modificados, o estén ya tan lejos que parezcan parte de otra vida. Una vida que no fue.


Porque si algo tenemos en común la gran mayoría, es esa terca obstinación de pensar en el futuro como algo que está en nuestras manos y que podemos moldear a nuestro antojo. No me malinterpreten: por supuesto que una mínima previsión ante lo que viene (económica, por ejemplo), nos ayudará a sobrellevar los tiempos futuros, pero es cierto también que ni siquiera el más previsor de los hombres tiene garantizado nada, nunca, en ninguna circunstancia. La pandemia del coronavirus es la prueba de cómo ese futuro que veíamos tan a la mano puede cambiar en apenas un minuto; la evidencia, en fin, de cómo nada de lo que creemos tener está asegurado jamás: un pequeño e inesperado cambio de rumbo puede echar a la basura eso que creímos tan fielmente que iba a ser.


En su Manual para la vida feliz, el filósofo griego Epicteto da una clave importante para lidiar con esa imprevisibilidad del destino, que solemos pasar por alto por cuenta de nuestra arrogancia: “No pretendas que lo que ocurre ocurra como tú quieres, sino quiere que lo que ocurre ocurra como ocurre. Así el curso de tu vida será feliz”. En otras palabras: no nos desgastemos pensando en que la vida debe ocurrir como la planeamos, sino que tratemos de aceptar, más bien, que ella sucede como le da la gana, y que no podemos hacer nada al respecto.


¿Dónde estaríamos hoy si no hubiera llegado el virus? ¿Habríamos hecho esa boda que planeábamos? ¿Estudiaríamos afuera, como queríamos? ¿Habríamos abierto ese negocio por el que llevamos tanto tiempo luchando? ¿Seríamos al fin felices? Todas preguntas inútiles, a fin de cuentas: la vida de verdad, la que tenemos, es la que pasa ahora mismo y la que se da como se está dando. Ya verá cada uno qué hace con eso que tiene en las manos.


Agosto18 de 2020

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