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Los abrazos pueden esperar

  • Writer: Martín Franco
    Martín Franco
  • Mar 30, 2021
  • 2 min read

El video estuvo un tiempo rondando por ahí, en medios y redes sociales: de pie sobre una tarima blanca y cubierta con un tapabocas, se ve a la exguerrillera de las Farc Sandra Ramírez —ahora senadora—, preguntándole a una mujer de abrigo verde, que está sentada apenas a unos metros de ella, si puede ir a darle un abrazo de reconciliación. Micrófono en mano, Ramírez le pide perdón por el dolor que le causó la antigua guerrilla, le dice que se irá tranquila si ella le da ese abrazo y luego empieza a acercársele, poco a poco.


Y entonces sucede: cuando está ya muy cerca y todo el mundo espera el desenlace obvio, la mujer se queda donde está sin levantarse de la silla y se alcanza a ver, uno siente, cómo Ramírez se desubica un poco. Luego toma el micrófono y desde ahí, sin pararse todavía, le dice que para ella es muy difícil, y que más que un abrazo lo que en realidad quiere es saber la verdad. Eso dice, eso pide: que le cuenten la verdad que no le han dicho, y uno puede escuchar cómo se le va quebrando la voz a medida que les recalca que ya habrá tiempo para abrazos mediáticos, porque primero, lo verdaderamente importante, es eso que parece tan sencillo pero que tanta falta nos sigue haciendo en este país, de lado y lado: la verdad.

La mujer que negó el abrazo se llama Carmenza López, es miembro de la mesa de víctimas de Sumapaz, y era la esposa del concejal Guillermo Lean Mariño, secuestrado y asesinado por las Farc en 2008. Esa es la verdad que ella pide, que muchos exigen: que digan qué pasó con sus seres queridos, dónde quedaron, por qué fueron víctimas de esta guerra. Lo fácil y mediático hubiera sido dar ese abrazo y registrarlo, pero justo por negarse uno no puede evitar ponerse del lado de doña Carmenza: el perdón, a fin de cuentas, va más allá de un simple abrazo que registren las cámaras; el perdón es un proceso interno, personal, lento, que requiere primero de ciertos gestos fundamentales, entre ellos el más obvio y que ella pide: la verdad. Uno no sabe —no puede saberlo—, pero en el video se intuye que a doña Carmenza ni siquiera le importa que vayan a la cárcel, ni quiere esa venganza que muchos todavía anhelan. No. Lo único que implora es que empiecen por decir la verdad. Y que sean sinceros.

Eso es todo. Y es, además, una parte fundamental de los acuerdos que la guerrilla firmó con el Gobierno, y que por desgracia no ha terminado de cumplir. Ha habido gestos, sí, pero cuando uno los oye luego decir con total cinismo que jamás reclutaron menores a la fuerza, entiende que esa verdad está todavía muy lejos. Y es una lástima porque ese perdón —el real—, necesita de la verdad para que sea sincero.

Los abrazos, bueno: esos pueden esperar.


Septiembre 1 de 2020

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