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Los niños y el encierro

  • Writer: Martín Franco
    Martín Franco
  • Mar 30, 2021
  • 2 min read

Que a todos nos ha afectado esta pandemia de una u otra manera, no hay ni siquiera qué decirlo: es una obviedad que se cae de su peso. Sin embargo, es cierto que una de las poblaciones más vulnerables durante estos días raros siguen siendo los niños, quizás porque aún no podemos saber -y quién sabe cuánto tardemos- qué efectos les generará este encierro que ya va para seis meses y que, como va la cosa, se irá hasta el final del año. Hay situaciones peores, por supuesto: pienso, por ejemplo, en los niños que vivieron la realidad de una guerra brutal en la Europa de mediados del siglo XX, con el ruido de las sirenas y las bombas cayendo, y digo que al final esto no es más que un mal paso, una bicoca. Y, sin embargo, tampoco se puede decir que en muchos casos decenas de pequeños no la estén pasando mal encerrados entre cuatro paredes.


Por varias razones, entre ellas las obvias: el aumento de la violencia intrafamiliar contra ellos por cuenta del encierro; el hacinamiento que viven muchas familias de escasos recursos; la poca cobertura de internet que hay en las zonas rurales y apartadas y que hace imposible la llamada “educación virtual”, y otros efectos secundarios de cosas que dábamos por sentadas y que perdimos de un momento a otro (o perdieron, mejor dicho): jugar al aire libre, correr, tirarse por un rodadero, compartir con otros. Ser niños, en resumen.


El gran desafío se presenta también -y sobre todo- para quienes somos padres, pues de un momento a otro nos vimos abocados a juntar trabajo, colegio de los hijos, tiempo libre, vida familiar y todo lo demás en un mismo espacio. Y digo “desafío” porque, al final, gran parte de esos efectos desconocidos sobre el futuro de los niños dependerá de lo que hagamos, de cómo estemos siendo con ellos en estos días y los que faltan, vaya uno a saber cuántos: si en últimas el niño sentirá su casa como un refugio seguro y feliz, y en unos años esto no será más que un recuerdo fugaz, o si, por el contrario, este tiempo representará para él, para ellos, un punto que quiebre.


Por supuesto que no es fácil. En mi caso particular reconozco que más de una vez he perdido la paciencia y que a veces -varias- he sentido que la situación me sobrepasa. Es normal, todos hemos pasado por ahí. Sin embargo, el encierro también nos ha permitido descubrir espacios y momentos que quizás de otra manera no hubiéramos llegado a vivir. Porque es cierto que aunque tantas veces la vida resulta imprevisible, compleja y difícil, también lo es que, parafraseando a mi adorado Leonard Cohen, hay, siempre, “una grieta en todas las cosas: es ahí por donde entra la luz”.


Y así prefiero ver estos días extraños.


Agosto 4 de 2020

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