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Más allá de las balas

  • Writer: Martín Franco
    Martín Franco
  • Mar 29, 2021
  • 2 min read

No es regla general, por supuesto, pero sucede con frecuencia que las historias periodísticas van ligadas a la tragedia. Más allá de los noticieros de televisión, para los que convertir muertos en una cifra se ha vuelto ya una vieja costumbre, los periódicos y revistas suelen seguir esta misma línea: basta poner como ejemplo que dos de los últimos tres ganadores del premio Simón Bolívar de crónica lo han obtenido relatos sobre el conflicto (y no hablemos ya de las otras categorías). Casi podría decirse que muerte y miseria son sinónimo de premio, como lo evidencian los ganadores del Pulitzer de fotografía de este año: una serie de retratos sobre la crudeza de la guerra en Siria que les dio la gloria personal a los fotógrafos de la agencia AP. Pareciera que el Olimpo periodístico se alcanza a costa del dolor ajeno.


Entendámonos: no estoy diciendo que eso sea del todo malo, ni que se deban dejar de contar las historias trágicas de un país que -como Colombia- las produce por montones, sino que en ocasiones nos centramos tanto en ellas que no queda espacio para lo demás. Y lo interesante es que hay mucho más allá de las balas y los muertos; relatos fascinantes en temas que, vistos por encima, pueden resultar banales. A eso voy: me encontré hace unos meses un extenso reportaje publicado por Debate que se llama Nacidos para correr, de Christopher McDougall. No sé qué fue lo que me llamó la atención del libro, pues hasta antes de leerlo no estaba seguro de que se pudieran decir demasiadas cosas (peor aún: interesantes) sobre un acto tan primario como correr, y sin embargo antes de acabar el primer capítulo ya estaba atrapado.


Nacidos para correr está compuesto por varias historias que giran en torno a una actividad primitiva: la increíble tribu de los Tarahumanas, en México, una comunidad que se pasa la vida corriendo por el simple placer de sentirse libre; la historia de varios ultramaratonistas que, atraídos por los Tarahumanas, se enfrascan en una descabellada carrera de ochenta kilómetros a través del desierto; la explicación, sustentada por estudios científicos, de cómo gran parte de la culpa de las lesiones que se dan en la actualidad la tienen los grandes fabricantes de zapatos, y una teoría de cómo el hombre evolucionó gracias a su capacidad para correr y resistir.


Aunque me queda muy difícil resumir aquí este libro extraordinario, debo decir que leerlo me resultó un agradable descubrimiento: la constatación de que cualquier tema, por banal que parezca, tiene la capacidad de sorprendernos si se trata de la manera adecuada. Y lo mejor: que más allá de las balas, los muertos y las drogas, hay historias que merecen la pena ser contadas. Si alguien se anima a leerlo, a lo mejor le pasa lo que a mí y termina poniéndose unos tenis y saliendo a trotar en las mañanas. Y eso, después de los treinta, es algo que se agradece.


Agosto 6 de 2013

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