Pelear por orgullo
- Martín Franco
- Mar 27, 2021
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Uno de los pasajes más reveladores de ese libro inagotable que es Cien años de Soledad, de Gabriel García Márquez, es una conversación breve entre el coronel Aureliano Buendía —quien “promovió 32 levantamientos armados y los perdió todos”—, y su mano derecha y hombre de absoluta confianza, el también coronel Gerineldo Márquez. Ya en el ocaso de su poder, poco antes de convertirse en un dictador feroz, luego de innumerables guerras, de salvarse del pelotón de fusilamiento y de que intentaran asesinarlo con un café repleto de veneno, Aureliano le pregunta a su eterno compañero de guerra: «Dime una cosa, compadre: ¿Por qué estás peleando?» «¿Por qué ha de ser, compadre —le contesta el otro—: ¡Por el gran Partido Liberal!». Y entonces, como si acabara de tener una revelación, suelta una de esas sentencias inapelables que eran, tantas veces, los diálogos de esos personajes garciamarquianos: «Dichoso tú que lo sabes. Yo, por mi parte, apenas ahora me doy cuenta que estoy peleando por orgullo».
Pocos personajes literarios encarnan tan bien lo que significa la soledad del poder —y, sobre todo, su inutilidad a largo plazo—, como el coronel Aureliano Buendía: un hombre que empezó a luchar convencido de sus ideales y acabó solo, desquiciado, paranoico y sin que le temblara la mano para traicionar, incluso, a su círculo cercano.
Por esas cosas de la vida, el tweet que publicó el senador Uribe Vélez luego de la estruendosa derrota que sufrió su partido, el Centro Democrático, en las recién pasadas elecciones regionales, me llevó a pensar en el coronel Aureliano Buendía. Dijo Uribe entonces: “Perdimos, reconozco la derrota con humildad. La lucha por la democracia no tiene fin”. Y aunque, en teoría, debería reconocérsele ese acto de humildad a un personaje que de esa virtud tiene más bien poco, lo que me recordó a Buendía fue la última parte de la frase: “La lucha por la democracia no tiene fin”. ¿Cómo interpreta uno esa sentencia, sino como la advertencia de un megalómano que no está dispuesto a abandonar el poder por ningún medio?
Tampoco es que sea, pues, ningún descubrimiento: eso lo demuestra su aspiración al senado luego de haber sido presidente, su campaña activa por tumbar el plebiscito, su denodado esfuerzo para poner en el poder al presidente que hoy tenemos. Sin embargo, esa simple frase revela que a pesar de la estruendosa derrota de su partido (¡perder en Medellín, carajo!), lo más probable es que, por desgracia, tengamos Uribe para rato.
No soy optimista, claro, pero ojalá el doctor Uribe leyera entre líneas las señales que el pueblo le manda y así en un par de años no vaya a tener que preguntarle a alguno de sus esbirros de turno por qué es que está peleando, solo para terminar dándose cuenta de que, igual que el coronel Aureliano Buendía, tan solo lo sigue haciendo por orgullo.
Noviembre 5 de 2019
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